Being emotional at work

Ahora es un tema candente el hablar de las emociones en el trabajo, la importancia de la empatía como habilidad, las «soft skills». Pero hasta hace no mucho, la regla de oro solía ser:

«Sé profesional: no muestres tus emociones en el trabajo. No te lo tomes como algo personal«

Siempre me ha costado entenderlo. ¿Qué tiene que ver ser profesional con mostrar tus emociones? ¿acaso ser profesional equivale a ser un robot? ¿y cómo no vamos a tomarnos como algo personal el trabajo, al que dedicamos más horas que cualquier otra actividad, y en que solemos involucrarnos al 100%?

Como me gusta ejemplificar, hablaré de una historia que me ocurrió estando en Amazon, hace unos 7 años: por aquel entonces yo trabajaba de CRM manager y tenía la suerte de contar con una jefa muy, muy buena con la que me llevaba muy bien. Por encima de ella estaba el jefe de departamento. Interesante el hecho de que en aquella época, el organigrama estaba compuesto al 100% por mujeres en el equipo, y un 100% de hombres en todos los altos cargos.

Durante una reunión – solo mi jefa y yo- tuvimos bastantes discrepancias sobre algún tema que ya no recuerdo. Ambas defendimos nuestras posturas de forma visceral, obviamente siempre manteniendo las formas. Pero a las dos nos afectó la conversación. A los días, tuvimos una reunión con el jefe de departamento, que intentó mediar en el conflicto con un «creo que sois las dos muy emocionales, deberíais dejar las emociones a un lado en el trabajo«. Aunque en la reunión éramos tres, desde ese momento mi jefa y yo hicimos caso omiso del comentario y continuamos hablando sobre lo qué pensábamos cada una, por qué nos afectaba y cómo podíamos solucionarlo. En menos de 15 minutos llegamos a un acuerdo y volvimos a reírnos como siempre hacíamos. Mientras, el jefe se mantenía en silencio. Al terminar, solo dijo «Bueno, pues me alegro de que lo hayáis arreglado«. Esa fue toda su contribución.

Con esto me di cuenta de dos cosas:

1-. Los hombres suelen enfocar las cosas (en general) de forma diferente a las mujeres. De esto se nutren teorías como la de las cajas, que afirma que el cerebro de los hombres está compuesto por cajas. Una caja para cada aspecto de su vida: el coche, la relación con su pareja, el trabajo. Pero las cajas no se tocan ni se mezclan. Cuando discuten sobre un tema, abren ÉSA caja y discuten solo sobre eso. Luego la cierran y santas pascuas. Mientras, las mujeres no tenemos cajas: todo está conectado, e impulsado por las emociones. Por eso recordamos mejor las cosas, porque un evento con una emoción se imprime mucho más en nuestra memoria. No sé cuánto de veraz tienen estas teorías, y aunque neurológicamente dudo que estén probadas, reconozco que son bastante prácticas. También puede tener que ver el hecho de que a los hombres se les ha educado para reprimir mucho más sus sentimientos.

2-. No puedo, y no quiero, arrancar la parte emocional de mi ser en el trabajo. Como he dicho varias veces: no somos mandarinas que podamos extraer el gajo que no queremos cuando queramos, o transformers. Somos personas 360º, con todas nuestras facetas. No puedo apagar esa parte de mi cerebro. No puedo no ser efusiva cuando un logro del equipo me parece fantástico. No puedo ponerme una máscara de neutralidad cuando no estoy bien por otros motivos, o cuando estoy extraordinariamente bien. No puedo evitar llorar en situaciones de mucho estrés, frustración o conflicto, y más de una vez lo he hecho delante de mis jefes o compañeros.

No soy la única: bastantes amigas y familiares me cuentan lo mal que se sienten cuando esto les pasa. «Qué vergüenza, he tenido reunión con mi jefe/jefa y me he puesto a llorar«. Al otro lado suele haber una persona incómoda que no sabe cómo actuar. Porque la regla de oro siempre ha sido «Sé profesional, no muestres tus emociones en el trabajo» y bajo esa premisa, llorar es como cavar tu propia tumba laboral. Me recuerda mucho al «no llores, anda, alégrate» cuando estamos tristes. O al «no ha sido nada cariño, no se llora por eso» que decimos a los niños. Nosotros y nuestra cultura de suprimir las emociones porque al resto nos incomodan. Menos mal que poco a poco nos damos cuenta de que ese no es el camino: las emociones estan ahí por algo, hay que saber manejarlas y aprender cómo ayudar. Es un sobreesfuerzo, pero también una responsabilidad colectiva necesaria.

Podría escribir horas sobre este tema, pero es viernes y el cuerpo lo sabe.

Como siempre con esto y un bizcocho, ¡a disfrutar del fin de semana!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Blog de WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: