Suele haber mucho debate con estos temas. Muy escuchado aquello de «No lo llames suerte, llámalo esfuerzo«. Otras personas son más de «Yo es que he tenido mucha suerte«. Lo del privilegio lo decimos menos, aunque últimamente empieza a cobrar más protagonismo.
En realidad creo que, como decía Ortega y Gasset, la verdad es la integración de perspectivas – y esto, señor@s, es de las pocas cosas que recuerdo de las clases de filosofía -. Yo soy de las que afirma que he tenido (y tengo) mucha suerte, sin negar que también me lo he currado. Pero que, indudablemente, la base de todo es que he nacido con bastantes privilegios.
Y esta es una excusa como cualquier otra para contar mi vida por aquí.
Bi in Edimbra
Así se llamaba mi blog de la época. Terminé la universidad sin saber hablar inglés (a pesar de mi 9 en inglés de Selectividad), y con éstas me fui a Edimburgo a trabajar de au-pair durante 9 meses. Tuve suerte, porque me tocó la mejor familia del mundo y nunca les podré agradecer suficiente lo bien que se portaron conmigo. Tuve suerte también de conocer a un grupo de gente de todas las nacionalidades – Islandia, Suecia, Suiza, Alemania, República Checa, etc – con el que tenía, en muchas ocasiones, más en común que con mis amigos madrileños de toda la vida. Tuve suerte de no juntarme con muchos españoles (algunos sí, y qué suerte tuve 🙂 y poder aprender inglés. Tuve suerte porque además eran geniales y muy divertidos. Tuve suerte de poder aprender de otras culturas. Descubrir, por ejemplo, que mi infancia era bastante parecida a la de mi amiga Renata, también au-pair y de República Checa, con la que al principio me comunicaba a través de gestos porque ninguna teníamos ni idea de inglés. Fuimos a nuestra primera fiesta juntas y nos reímos muchísimo, sin intercambiar una sola palabra a derechas. Descubrí que mis amigos suecos eran los más divertidos, tenían un corazón enorme y un gusto musical muy indie similar al mío. Que mi amiga Ylfa de Islandia era el alma de la fiesta y la compañera de piso que todos querríamos tener. Y que su idioma, aunque para mí impronunciable, sonaba muy dulce. Descubrí que mis días malos podía pasarlos entre Málaga y Suiza sin salir de casa, ellas estaban siempre. Descubrí que había otras formas de familia como la de Linda y Bruce, otra educación, más relajada. Descubrí que Edimburgo era gélido pero sus gentes eran cálidas y bonitas como Princess Street. Fue difícil hacerme un hueco allí sin saber hablar, acostumbrarme a otra vida, otros alrededores, otro clima. Hubo momentos complicados y yo era por aquel entonces un pozo de inseguridades, pero tuve mucha, mucha suerte.
LadyMadriz
Después de mi aventura Edimburgo volví a Madrid, donde me esforcé por encontrar un trabajo «de lo mío» – sin saber muy bien qué era eso- – compaginando la búsqueda con trabajos temporales. Eché tropecientos currículums durante 6 meses, sin éxito. Mientras, hacía promociones de perfumes, ferias, ofrecía sushi en el carrefour o trabajaba de recepcionista cubriendo suplencias. Lo que surgiera. Y así, como recepcionista temporal, llegué a Sony Pictures. Conocía, aunque solo de vista, a la gente que entraba en la oficina por las mañanas. Al terminar la suplencia dejé el currículum en los buzones de recepción, sin mucha esperanza. Imagino que acabó en la basura. A los días, tuve la suerte de encontrarme a uno de los becarios de marketing en un bar de Madrid. Le eché morro y le pedí si podía pasarle el curriculum para cubrir su puesto, que estaba a punto de terminar. Cumplió su palabra (aún le debo unas cañas) y me entrevistaron, entrando de becaria en el mundo del marketing. Tuve la suerte de coincidir con un grupo de becarios increíble, con el que viví uno de los mejores años de mi vida entre estrenos de películas y promociones (a recordar éxitos como «La PPT hecha a mano» en la cena de Navidad o el temazo «20 de abril 2020»). Conocí (de tenerles cerquita) a Cameron Díaz, a Santiago Segura, Adam Sandler y a Jennifer Aniston, anécdotas que ahora forman parte de mis «fun facts» en las presentaciones de equipo.
A punto de terminar mi beca, leí un mail interno en el que publicaban una posición en Sony Television. No sabía de qué iba exactamente, pero era marketing digital y eso era lo que quería hacer. Así que apliqué, me llamaron, y allí me presenté para la entrevista. Cuando vi que me entrevistaba nada más y nada menos que el Director general, además de morir de vergüenza me di cuenta que era un puesto muy senior, y que alguien se debía haber equivocado llamándome a mí. Sin embargo, tuve la suerte de que una de mis entrevistadoras, Laura, me conociera y pensara en mí para otra posición. Al cabo de un par de semanas me llamaron para ofrecerme un puesto de nueva creación, junior, en el que sí que podía encajar.
De nuevo tuve la suerte de que mi compañera de equipo fuera divertida, inteligente y generosa, y mi jefe por aquel entonces, de las personas más brillantes e inspiradoras que he conocido hasta ahora. Los dos, junto con Laura (sin olvidar a Miguel, informático y mejor persona), me acogieron y me enseñaron. Fui feliz. Pero al año, en plena crisis, decidí que mi inglés no era suficiente. Fue en una call que hicimos con alguien de internacional. A pesar de haberme ido a Edimburgo, nunca había trabajado en inglés y no sabía cómo hacerlo. Mi compañera y yo nos pasamos la call en «mute», y pensé que debía aprender mucho más para que eso no me volviera a pasar. ¿Y eso cómo se consigue? Pues volviéndome a ir. Todo el mundo a mi alrededor me decía que estaba loca, teniendo trabajo en plena crisis… pero me esforcé, porque no quería quedarme sin saber qué hubiera pasado. If you never try, you will never know.
London calling
Allí que me fui a Londres en 2013, a los 26 años, sin contactos, ni trabajo, ni nada. Como me dijo mi jefe de Sony Pictures «Si te quieres ir allí a servir café, pues tú misma«. Yo tenía dos planes: por un lado, buscar «de lo mío» (sin saber aún que era, pero intentaba adivinarlo), y por otro echar en todas las tiendas y cafeterías de Londres. Me fui con 400 euros en el banco, pero con la suerte de tener una amiga allí que me dejó quedarme los primeros dos meses en su casa. Me pateaba todas las zonas de Londres cada día repartiendo currículums y siempre buscaba unas horas al día para echar CVs «de lo mío» desde el ordenador. Me llamaron de muchos sitios. El mero hecho de hacer entrevistas me daba energía. Era agotador, pero revitalizante. Tuve suerte y me cogieron en una cadena de cafeterías «EAT», después de 5 entrevistas y un día de prueba haciendo bocatas en Candem Town. Pero el día que tenía que empezar algo me decía que no. Llamé y les dije que no podía. «Lo siento, pero he encontrado un trabajo de lo mío» les dije en mi inglés regulero. Era mentira, sí, pero era mi esperanza. Si cogía aquel trabajo no tendría tiempo para hacer todas las entrevistas que esperaba tener. Era pronto. Me arriesgué, pero me salió bien: a la semana me llamaron para la entrevista del que sería mi trabajo, Digital Platform Support Specialist en Associated Press. Tuve suerte, porque mi jefe inglés había hecho su MBA en Madrid, y creo que le caí en gracia en las entrevistas. Como él mismo me dijo al irme un año y medio después «cuando hagas entrevistas, piensa que un factor decisivo suele ser el feeling que tengas con tu entrevistador o manager. Al final ellos se preguntarán: ¿quiero trabajar con esta persona?«.
Trabajaba en pleno centro de Londres, en Candem Lock. En un edificio centenario donde la gente al irse a las 5pm decía «¡buenas noches!«, traían polvorones de España en pleno agosto como souvenir y hablaban más bien poco. Aprendí mucho Excel, mejoré mi inglés y conocí al que hoy día es mi marido y padre de Monete y Mariflor. Que no iba para eso a Londres, por mucho que mi padre me preguntase cada semana si ya había encontrado a mi príncipe azul. Pero al final, pues mira, no fue príncipe ni azul, pero era ÉL.
No fue fácil, pero fue genial. Nos mudamos a nuestro mini-piso, en el que entraron a robarnos 2 veces. Aún conservaba inocencia, la que me hizo llamar a mi marido diciendo que «está todo por el suelo en casa, creo que ha entrado un zorro o un gatito«. Usaban hasta nuestra cuenta de Netflix en nuestra tele robada. Volvieron a intentar entrar estando yo sola en casa, y aunque rogué al casero que nos cambiase la puerta, no lo conseguí. A la semana consiguieron entrar por segunda vez rompiendo la puerta que el casero se negó a cambiar. Cuando subimos a su casa a avisarle del segundo robo, temblando, con las bolsas de la compra, su mujer nos abrió la puerta tras quitar 7 pestillos mientras murmuraba «por eso nosotros tenemos tantos pestillos«. Aun así, lo recuerdo como una época bonita. Aprendí mucho, en lo personal y en lo laboral. Estuve 1 año y 10 meses hasta que el tiempo de Londres terminó por marchitarme, y nos mudamos de nuevo a mi Madriz.
The Comeback
Aquí hemos vuelto, y aquí nos hemos quedado. Entre Erasmus en Italia y las aventuras de Edimburgo y Londres, me di cuenta de que donde quería estar era cerca de mi familia. Vinimos sin trabajo, pero lo encontramos en literalmente 2 días: empecé en Unicef como Email Marketing Specialist gracias a lo que aprendí en mi anterior puesto, por mi cuenta. A los meses conseguí entrar en Amazon, después de haber aplicado durante un año entero y haber recibido solo emails de «gracias, pero…«. Tuve suerte, porque un ex-jefe de Sony trabajaba en Amazon, y gracias a él mi CV llegó a las manos de la persona que buscaba un CRM/email marketing manager. Tuve la entrevista gracias a él. Ya había recibido el email de recursos humanos rechazándome para la posición, cuando a los días recibí una rectificación por su parte y una invitación para una entrevista telefónica. Me preparé concienzudamente, me esforcé para intentar seguir el formato STAR, aportar datos y presentar ejemplos relevantes. En 2015 empecé como CRM manager en Amazon. He pasado casi 7 años allí. He trabajado mucho, también he tenido mucha suerte de conocer gente muy buena por el camino. Como todo, otras que hubiera preferido no conocer. He pasado dos embarazos complicados, dos vueltas al trabajo que han sido de todo menos fácil, una depresión postparto después de mi segunda hija mientras intentaba adaptarme a un puesto nuevo en el que me habían reubicado tras mi baja, y un ambiente bastante regular. No ha sido fácil, pero he tenido suerte de poder aprender mucho durante aquellos 7 años. Y sobre todo, tengo la suerte de tener dos hijas sanas y felices.
Después de Amazon llegó el salto al vacío, cuando en abril de 2022 me cambié de empresa y como todo riesgo, puede salir bien o mal. Esta vez salió fatal. Me esforcé intentando perseguir mis objetivos, pero a veces las cosas no salen bien, o no tienes tanta suerte. Sentí que con este fallo había decepcionado a mis hijas. Que no debía haber corrido riesgos, aunque en un principio pensara que era un buen ejemplo para ellas. Fue un palo, pero no dejé de seguir intentando llegar al lugar donde quería. Pasé unos meses dejándome llevar, sufriendo una especie de «catarsis». Y entonces encontré, desde la primera entrevista, una nueva ilusión. Un lugar donde los valores se parecían mucho a los míos, y aún más en mi momento vital.
Aún es reciente y no sé dónde estaré de aquí a unos meses o años, pero hoy estoy donde quiero estar. A día de hoy 14 de Octubre de 2022, tengo a Monete y Mariflor que son mi brújula. Tengo a mi marido al que conocí en la barbacoa de una amiga en Londres, mi mayor apoyo. Tengo a mi familia que me arropa, cerquita. Puedo hacer comidas familiares cada domingo, y eso lo consideron un lujo. Laboralmente estoy en una empresa que cuida al empleado, donde la gente es amable y hay sentido de pertenencia, colaboración y estructura. Me siento escuchada y valorada. No ha sido fácil llegar aquí. Y sé que este estado también será temporal. Me lo he currado, he tenido mucha suerte, y todo lo que tengo y lo que soy solo es posible gracias a mis privilegios. De haber nacido en Madrid y no en África, o en Ucrania. De haber nacido en una familia de clase media que nos ha dado la mejor educación, han podido pagar colegio y universidad, incluido un Erasmus. De haber tenido unos padres con educación moderna para su época, que nos han animado a perseguir nuestros objetivos. He podido vivir en otros países porque tenía una casa a la que volver si todo se torcía. He podido tomar riesgos porque no estoy sola.
Y por eso, ninguna de las variables suele ser la responsable de nuestro éxito o fracaso, aunque algunas pesen más que otras. No niego que todos nos lo curremos, pero hay un factor importante de suerte. De estar en el momento y en el lugar adecuados. Y lo más decisivo en nuestro éxito o fracaso, aquello que te puede facilitar muchísimo o complicar muchísimo todo, son tus privilegios. Donde naces geográficamente, en qué cultura, a qué raza perteces, cuál es tu genero, cuáles son los valores de tu entorno, tu familia, tu educación y, muy importante, tus posibilidades económicas. No nos olvidemos de esto, por favor, porque no todos tenemos la misma línea de salida.
Y con esto, un bizcocho y unos collage en powerpoint que dejo abajo, ¡a disfrutar del fin de semana!





Suerte… mucha suerte…. me lo he currado… aunque no sea muy ético podrías añadir «porque yo lo valgo». Sigue cuidando a Monete, Mariflor, EL y, sobre todo, cuídate mucho
Me gustaMe gusta
Eres increíble, amiga mía. Nunca dejes de escribir.
Me gustaMe gusta