A ver, que no puede ser que me tire 3 semanas y aún tenga el post sin terminar. Al final no sé si lo publicaré, pero desde luego será largo de leer. Y que entre el nuevo trabajo, las vueltas al cole de Monete y Mariflor, y la vuelta a la rutina de todos en casa, pues lo de siempre. Que no me da. Que si lavadoras, que si qué cenamos hoy. Y yo lo que quiero es sentarme un ratito a escribir, a desenredar ese ovillito de pensamientos que guardo «para posts», o para cuando tenga tiempo de elaborarlos. Y esto pasa como cuando quieres dejar de fumar o tener hijos (que no pongo los ejemplos juntos porque sean cosas comparables), que nunca es buen momento. Que o te tiras a la piscina sin mirar, o nunca saltas. Y aquí estoy para dejar constancia, aunque sea en un párrafo, que me voy a poner sí o sí.
A contar cosas de Monete y Mariflor, aunque ya se me olviden los shocks de ser mamá porque estoy metida de lleno. Porque ellas, como siempre he dejado claro por aquí, son la razón de todo para mí.
A escribir sobre por qué tanto «quiet quitting» y «quiet firing», y por qué tanto poco «quiet posting». A veces LinkedIn me satura un poco con sus incesantes teorías y el postureo innecesario. Que sí, que me alegro por vuestros logros, y que está muy bien la foto de Nadal y Federer llorando, pero yo que sé.
A hablar de porqué sí creo en la suerte, además del esfuerzo y que por supuesto, la base es siempre el privilegio. Qué pocas veces somos conscientes de lo privilegiados que somos. Y cómo nos vanagloriamos de todo lo que conseguimos con nuestras gotitas de sudor.
A comentar el libro que me leo a sorbitos entre insomnio y desvelo, sobre el sesgo de género. Y como a día de hoy sigo despertando y flipando a partes iguales con la desigualdad socialmente aceptada.
O a comentar mi fin de semana, mi última anécdota divertida o una tarde de domingo porque sí, que no todo va a ser tan profundo.
He dicho. Y con esto, os dejo con la canción que gracias a mis hijas no se me va de la cabeza. You’re welcome!
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