Humans of LinkedIn

Tengo la extraña manía – y digo extraña porque a veces me da la sensación de ser la única a mi alrededor con ella – de pensar que el mundo, incluso en el trabajo, está hecho de personas. De personas con sentimientos, y cuyos objetivos en la vida están estrechamente relacionados con su vida personal y la felicidad que puedan alcanzar en ella. Y como buena materia prima, PRIMA sobre todo lo demás. Parece una manía no tan extraña, si no más bien simple y algo redundante, ¿no?

Pues no parece ser así. Cada vez más me encuentro con ansiedades propias y ajenas sobre el mundo laboral, sobre no alcanzar las expectativas socialmente aceptadas, por sentir que nuestro título en el trabajo nos sitúa en el mundo en la escala que nos corresponde. Cada vez más, veo en el trabajo actitudes robóticas, irrealistas, donde los objetivos de la empresa son tomados como personales por todo el equipo – por encima de todo lo demás. Y da igual si son las 8 de la tarde y estás con tus hij@s, porque está esa reunión con ese cliente SU-PER-IM-POR-TAN-TE. Que no pasa nada si no vas, siéntete libre, somos una empresa conciliadora. Pero al día siguiente preguntaremos y debatiremos qué nos pareció, y los que hayan ido se llevarán un minipunto para su promoción y su visibilidad de equipo. Y tú, bueno, lo entendemos, estabas con tu familia, y eso es lo primero.

Aún recuerdo una de las decenas de conversaciones que tuve con una persona en mi actual empresa, bastante senior. Me he puesto muchos cafés virtuales con jefes, jefecillos y jefazos, y a todos les preguntaba lo mismo: «¿crees que se puede tener un desarrollo profesional en la empresa, manteniendo una conciliación con la vida personal?«. Entonces les explicaba mi caso: yo trabajo de 7,30 a 4pm, con 30 minutos para comer. No tengo jornada reducida, trabajo mis 40h semanales. Hago mi trabajo y lo hago bien. Pero hay una diferencia con mis compañeros: no hago horas extras de forma continuada. A las 4pm se me cae el bolígrafo porque tengo que buscar a mis hijas, y estar con ellas por la tarde. Son pequeñas y cero independientes. Y aunque no me tengo que justificar por no trabajar horas extra, aún lo hago. Soy flexible en unirme a alguna call a deshoras, o doy el callo si hay problemas puntuales. Pero mi gran diferencia es que no trabajo 10-12h diariamente, si no 8-9. Esto me deja en clara desventaja, ya que mis compañeros que trabajan un tercio más de horas diarias pueden abarcar más proyectos y llegar hasta donde yo no llego. ¿Es posible crecer en la empresa, trabajando tus horas? Esta persona, a la que considero brillante para los negocios, me contestó algo que me dejó perpleja: «Tienes toda la razón. Mi mujer también termina a las 5pm de trabajar, y tiene que terminar a esa hora sí o sí para estar con nuestra hija. Tendríamos que tener a nivel de empresa algún plan para ayudar a crecer y promocionar a gente en tu situación, al igual que las personas con jornada reducida«. Estoy segura que él pensó que era una respuesta muy considerada y respetuosa.

El primer lugar, el hecho de que normalizase que su mujer tenía que salir a esa hora para estar con su hija, pero él no, me dejó un poso amargo. Es una realidad tan repetida que ni nos choca. En segundo lugar, el hecho de que me categorizase estilo «hay que apoyar a minorías desfavorecidas como tú, que trabajas tus 40 horas semanales» describía perfectamente la cultura de la empresa, y de gran parte de la sociedad. ¿En qué momento empezamos a pasarnos por el forro la tan luchada jornada de 8 horas? ¿En qué instante empezamos a pisotear, saltar y requebrajar todos aquellos derechos que lograron nuestros abuelos?

Voy un paso más allá, para los de los numeritos: trabajar 40h a la semana implica pasar +167% de horas en el trabajo que con nuestros hijos, por ejemplo (de lunes a viernes, contando con la premisa de trabajar 40h estrictas y pasando 3 horas con nuestros hijos al llegar a casa, incluyendo cenas hora de dormir). ¿En qué momento empezamos a ver esto como algo normal? ¿En qué momento decidimos que nuestro máximo objetivo es poder conciliar y cumplir, al menos con esas 3 horas… y no nos planteamos lo descompensada que está la balanza?

Soy de las que me gusta sentir que hago bien mi trabajo, que pertenezco a un equipo y a una empresa para los que soy útil, y me encanta sentirme motivada. Pero mi objetivo al final del día es llegar a una casa que sea un hogar, poder darle lo mejor a mis hijas, abrazar a mi familia y poder disfrutar del tiempo con ellos. Y parece que decir esto en ambientes laborales es como hablar a un abismo, donde tu eco retumba en las inmensidades.

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