Siento que hace un millón de años que no paso por aquí, y no es por falta de ganas. Resulta que he estado de «vacaciones», y uso las comillas porque cuando tienes dos pequeños terremotos en casa, las vacaciones suelen ser más cansadas que los días laborables. Pero no me voy a quejar, que lo he disfrutado como una enana. Hemos ido a Juvenalia, o ese invento de los Dioses para tener entretenidas a Monete y Mariflor durante toooodo el día (y hacer que duerman como bebés por la noche); nos hemos permitido una cena de novios en un restaurante italiano fantasticular (Luna Rossa, al que mi marido, originario de Roma, ha calificado como el mejor restaurante italiano de Madrid); hemos visitado a familiares, hecho muchos recaditos y hoy cerramos la semana con un musical de Peter Pan. A tope.
Y en los momentos en los que nos perdíamos en la pantalla del móvil, que aunque intentamos que sean los menos, haberlos haylos, ahí estaba LinkedIn. La red social a la que en un principio me uní por «estar ahí», pero que visitaba más bien nunca. Y de un tiempo a esta parte es, con diferencia, la que más interesante me resulta. Voy a obviar -pero no- lo edulcorados que son muchos post, y los tintes instagrameables en el feed, que retratan algo así como un Disneyland del mundo laboral: todo el mundo parece estar más orgulloso de su empresa y de su puesto que de su propia familia, tiene clara su misión en la vida, adora a sus compañeros y exhibe sus logros con una falsa humildad admirable. Y oye, ¡mucho de ello es verdad! Pero esto es como todo: también hay una cara mucho más humana y menos instagrameable. Haberla, hayla.
El caso es que me parece una red tremendamente interesante por su contenido sobre cómo mejorar. Ted talks, consejos sobre cómo afrontar conflictos, como crecer personalmente, cómo aprender habilidades. Es bastante iluminadora. Pero también es cierto que puede resultar abrumadora, y un tanto desconcertante. Hay tanta información, tantos gurús, tantos tips, que puedes sentirte desorientado. En mi mente lo imagino como estar perdido en mitad del mar, o como aquellas marionetas llenas de hilos, en las que cada hilo tira hacia una dirección distinta y opuesta. «No cambies mucho de trabajo, y si lo haces justifícalo». «No dudes en irte de un trabajo si va contra tu salud mental, o no se alinea con tus motivaciones». «Habla de tus logros, pero no demasiado». «Haz networking, pero da antes de recibir». «Crea contenido, pero no te expongas demasiado y sé apolítico.» ,»No olvides darlo todo en tu trabajo y priorizar tu familia».
No me malinterpretéis, soy la primera a la que le encanta bucear en las inmensidades del ser humano, aplicar la psicología en lo que puedo, aprender cómo mejorar, soy fan de las charlas motivacionales. Pero reconozco que a veces me paraliza la saturación de información. La sobrecarga de mensajes. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿mal? ¿fatal? ¿qué camino sigo? A veces es necesario parar, tomar distancia, revisar las creencias personales vs. el contenido que hemos tragado sin digerir, y revisar.
Aquí algunas de mis creencias hasta ahora, aunque hago revisión asidua:
- Las entrevistas de trabajo son bidireccionales: la empresa entrevista el candidato, y el candidato entrevista a la empresa. Por este sencillo motivo la transparencia y honestidad se hace fundamental desde el principio: el objetivo es saber si hay un «match», y no lo conseguiremos si alguna de las partes no es honesta. Por este motivo también desaparece la necesidad de justificar. Un candidato no «justifica», explica los motivos o prioridades, si procede. Y viceversa.
- Tener un historial con varios cambios de puestos, o por el contrario, con muchos años en un solo puesto, no es ni bueno ni malo en sí mismo. Como en las relaciones, una persona puede necesitar conocer a varias antes de encontrar a su pareja, sin que ello suponga que no tenga las cosas claras o no sepa donde va. O puede estar muchos años con una misma persona, sin que se le suponga una persona que no se adapta al cambio. Lo importantes es saber los motivos que hay detrás, solo con un objetivo: conocer a la persona y sus prioridades. ¿Qué es lo que valoró tanto en esa empresa para estar 10 años? Puede estar ahí la clave para saber si existe un match con los valores de la nueva empresa. ¿Qué es lo que le impulsó a cambiar en los últimos puestos? Alguien adaptable y abierto a retos que esté buscando su pasión, quizá es lo que estemos buscando. Por otro lado, puede haber mil y un casuísticas: contratos temporales, reubicación, EREs. No todo merece un escudriñamiento.
- Hacer networking está bien, pero que sea del sincero. No forcemos si no hay un interés genuino y honesto. Que no me parece mal agregar aunque no conozcas (lo he hecho, y me lo han hecho, siempre por algún motivo… y encantada, oye). Y por supuesto, no agreguemos contactos solo para spammear sobre nuestro negocio, que nos conocemos.
- No hay un solo camino correcto. No te agobies, y sobre todo: deja de compararte con el resto.
De momento no me da para más, aunque si fuera por mí detallaría mis mil y una creencias del momento de ahora. En ocasiones me pregunto qué pensaría mi abuelo si fuera consciente de toda la cultura que se ha creado en torno a las profesiones. Creo que le daría un ataque de risa. Consejito del día: la información es como todo, para consumir con moderación – y con cabeza y criterio, por favor.
¡Buen inicio de semana!
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