Equivocarse (y reconocerlo) es de valientes

Me gusta la gente que se tropieza. La que lo hace, y no le da miedo mostrarlo. Vivimos en un mundo demasiado competitivo, devoto de las apariencias. Parece que todos los que te rodean tienen una vida bonita, perfecta, desayunos instagrameables, armonía familiar, trabajos estupendos, motivadores y de responsabilidad. Nos da miedo parecer débiles ante el resto.

«He aprendido más de mis errores que de mis aciertos» es una frase que me gusta en especial. Equivocarse es válido, humano y natural. Lo que hay que aprender es a equivocarse rápido, aprender de ello y continuar. Me gusta la gente humana, la que es capaz de mostrarse vulnerable, sin que ello le reste un ápice de entereza. Mostrar ambas caras de la moneda es honesto, y es compasivo.

Hace que aquellos con los que interactúas se liberen de la presión de ser juzgados, de mantener la compostura en cada momento, del miedo a equivocarse. Crea un entorno más seguro, en el que el carisma y el ser competente no está reñido con poder tropezar. Más bien todo lo contrario.

Me encantó esta entrevista de Zahara precisamente por esto. Porque es una grande entre los grandes, que con los pies en el suelo, es capaz de contar a través de anécdotas que el error es su aliado. Su «cosica«, como ella lo llama. Soy muy fan de Zahara, entre otras muchas, por cosas como ésta:

El postparto ha sido el peor momento físico de mi vida: es precioso crear  una vida, pero dejé de ser yo"

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