Detalles que me cargan las pilas. Me dan paz. Me llenan la jarra de paciencia. Me hacen sentir bien. En casa. Al entrar en la app de wordpress para ver mis posts, lo llamaba «Mi sitio». Es curioso. Es algo que llevo buscando años, y aún estoy en ello.
La playlist «Todo indie» desde por la mañana. Bailar en mi salón como si estuviera en el FIB. Los vasos de leche con Nesquik a deshoras. No acordarme del móvil. Las comidas familiares, ruidosas y llenas de vida. Los abrazos de Monete, y cómo al hacerlo me da palmaditas en la espalda y enrosca sus manitas en mi pelo. Los fines de semana sin horarios. El olor a mar. La risa de Marisol, sus historias, sus «no te voy a perder nunca» antes de irse a dormir. Los sábados por la mañana y nuestros bailes locos en el salón. Un día libre porque sí. Brunch con salmón, aguacate y huevos benedict. RuPaul Drag race. Practicar el catwalk con mi marido en el salón y competir, mientras debatimos nuestros nombres drag imaginarios. Las cosquillas. Un «¿necesitas ayuda?» de un compañero. Un «¿me ayudas con esto?» de un compañero. Aprenderme letras de canciones y cantar como si auditara en Factor X. El olor a palomitas. Peli y mantita. Las payasadas de mi hermana. Pasear sola por cualquier ciudad, con ríos de música en mis oídos. Un café con mis padres. La gente amable que no le pagan para ello. Imaginar nuevos proyectos para nuestra casa. Coleccionar libros que nunca tengo tiempo de leer. Las hortensias azules. Asturias. Remolonear en la cama con Monete y Marisol, y no acordarme de cómo era la vida sin ellas. Cenar sushi con Viñas del Vero. Decir «te quiero». Una quedada de amigas. Masajes en la espalda. Correr de una calle a otra simulando que tengo prisa, cuando solo necesito descargar. Escribir. Aprender cosas nuevas. Mis sobrinos. Que mi marido me abrace, y me haga sentir que éste es mi sitio. Y todo está bien.

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