Soy conscientemente feminista desde hace relativamente poco, la última década. Más allá de una moda en toda campaña política, el feminismo sencillamente (y aunque parezca sencillo, no lo es) cree en la igualdad de género. Nada más, y nada menos. Quizá el nombre de «feminismo» no sea el mejor, por su similitud con «machismo», pero es el que es. Y tampoco es adjetivo de personas extremistas, ni de «feminazis».
Mi inmersión en el feminismo fue inconscientemente precoz, conscientemente tardía. De pequeña me quejaba cuando mis primos (chicos) se quedaban sentados en la mesa después de comer, y a nosotras (las chicas), nos mandaban recogerlo todo. Todo un clásico, ¿verdad? No lograba entender el por qué de ese privilegio. También recuerdo pedir insistentemente como regalo a mi padre un camión para conducir, y un coche teledirigido como el de mi primo. Tampoco entendía por qué eso era «cosas de chicos».
Ya en el colegio, me dio por jugar al fútbol un par de años. Obviamente no existía equipo de fútbol femenino, pero me empeñé en hablar con profesores, director, y hasta escribí artículos para la revista del colegio. Y por fin conseguí que enviaran una circular incluyendo la opción de fútbol femenino. Eso sí, a mitad de curso cuando ya tod@s teníamos las extraescolares escogidas, pagadas y agendadas… pero las siguientes generaciones sí crearon equipo, y solo por eso mereció la pena.
No he entendido muchas de las situaciones que he vivido en mi enfancia y adolescencia. Me he rebelado frente a algunas, y he sido cómplice de otras muchas. Pero progresivamente y más de los 20 a los 30 años, he ido siendo consciente de muchas cosas, gracias a otras mujeres. Que lo han puesto en palabras, o en imágenes, que lo han visibilizado y compartido.
Pretenezco a la generación Millenial, a la de Moderna de Pueblo, la que ha crecido en entornos incuestionablemente machistas y los hemos interiorizado dentro de nuestro sistema de creencias, normalizándolo hasta hace relativamente poco. Hemos ido despertando gracias al movimiento feminista (que no es ni mucho menos nuevo, pero si mucho más sonoro y socialmente aceptado que cuando empezó, en el siglo XVIII), y gracias a ello nos cuestionamos día a día situaciones, pensamientos, comentarios. Analizamos la realidad sociocultural con lupa, pero también a nosotras mismas. Esto no se trata de una guerra de hombres contra mujeres, si no de hombres y mujeres contra la desigualdad, del tipo que sea.
Pongo un ejemplo de autocrítica: yo misma he sido cómplice de críticas hacia otras madres sobre cómo crian a sus hijos. Los famosos «yo nunca». El sentir que esto es una especia de competición, en lugar de hacer tribu. «Yo nunca pienso dormir con mi bebé y menos cuando tenga un año. Yo, nunca. Qué barbarité.» Me he comido con patatas casi todos, (empezando por el placer de dormir con mis bebés, y sentir su olor cerquita) y los que no me he comido me han hecho plantearme que no existe una sola manera de ser madre, si no muchas. Y mientras la salud física, mental y emocional del niño no peligre, ole por todas nosotras. Que cada una busque la fórmula que mejor le funcione.
Aún me queda mucho por mejorar, mucho. Pero disfruto aprendiendo cada día. Y cada día que pasa, aumenta mi admiración hacia las mujeres, y mi sentimiendo de camaradería. Hacia mi madre, mi referente en absolutamente todo. Mi referente como madre, como profesional, como persona. Mi hermana, mi segundo referente. Luchadora, resolutiva, capaz de enfrentarse a cualquier reto y organizadora de los saraos más divertidos. Mis amigas, madres, trabajadoras, completamente diferentes unas de otras y tan cracks, todas. Mis compañeras de trabajo, a las que admiro cada día y por las que me siento arropada.
En el próximo post mencionaré qué fuentes me han ayudado (y siguen haciéndolo) en mi despertar consciente, pero esto es como cuando te quedas embarazada y solo ves carritos de bebé por la calle. No es que haya un boom de natalidad, es que tu cerebro está más predispuesto a percibir esas señales. Con el feminismo pasa un poco lo mismo. Y una vez que te quitas la venda, es muy difícil no ver.

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